Soñé que Myriam Bregman citaba a Canserbero en una entrevista. Ante la primera pregunta de su entrevistador, Bregman respondía: “Como dice Canserbero…”. Me despertó una impresión de asombro y extrañeza muy parecida a la que tuve cuando Petro, el presidente de Colombia, nombró al rapero venezolano en un encuentro con López Obrador. Petro dijo que Canserbero era un “poeta maldito”. Luego intentó una dudosa comparación entre sus canciones y las novelas de los escritores del boom. Hacia el final de su intervención, se refirió a Canserbero como “Un muchacho que mataron”.
Por entonces, la teoría del caso en Venezuela todavía definía el hecho como suicidio. Lo que Petro afirmaba contenía no sólo el desconocimiento del informe oficial, sino también una especie de cambio de luces al gobierno en Venezuela acerca de una versión más que extendida. Dos meses después, el Ministerio Público se encargó de atribuir responsabilidades.
Son muchos los pueblos que hallan en los sueños la posibilidad de contar un nuevo mundo posible. Compartir el relato de un sueño, dice el filósofo y activista brasileño Ailton Krenak, es una forma de transmitir afecto: narrar nuestros sueños a otras personas es brindar un obsequio en tanto ofrecemos parte de una intimidad profunda.
¿Con qué soñaba Canserbero? Cuenta la leyenda (y su profesora de Castellano en el documental que circula en YouTube) que, durante su paso por el liceo, Canserbero fue un alumno particularmente interesado en la Literatura. La profesora lo recuerda como un muchacho “reservado” y “retraído”, “clásico” y “acomodadito”: “su imagen de rapero no combina con la de aquel estudiante”.
Siento rechazo ante los raperos que se jactan de actitudes maleantes. ¿A qué tipo de malandro le interesa tanto las palabras? No era el caso de Canserbero, quien no sólo nunca posó de criminal, sino quien desde muy pequeño tuvo contacto con el objeto así llamado libro (su madre, fallecida cuando el rapero tenía apenas 9 años, había sido profesora de Castellano y Literatura).
Echando un vistazo a la que fue su cuenta en Instagram, llama la atención el lugar central que el mundo de la literatura, en específico el de la poesía, ocupaba en su cotidianeidad y muy posiblemente en su proceso creativo. Canserbero trae fragmentos de Vicente Gerbasi, de Borges, de Proust, de Dostoievski, de Whitman. Tan desordenadas como diversas, cada recorte muestra a un joven de veinticinco, veintiséis años que, aun capturado por un ansia cercana a la fascinación y el entusiasmo, comienza a esbozar su proyecto como lector. En conjunto, los fragmentos denotan cierta dispersión; ninguna de las lecturas de Canserbero, sin embargo, puede ser calificada de ingenua.
Del satírico Diccionario del Diablo, extrae nada menos que las definiciones de Patriota (“Juguete de políticos e instrumentos de conquistadores”) y Patriotismo (“Basura combustible dispuesta a arder para iluminar el nombre de cualquier ambicioso”). Las líneas que destaca del libro de Rüdiger Safranski sobre Nietzsche dicen: “El poder no es algo sustancial, sino relacional. Forma parte del poder que este sea tenido por poderoso. El poder de uno se afianza en la imaginación del otro”. De un título que no alcancé a rastrear, recoge la experiencia de Platón como espectador de la política ateniense, cuando el pensador griego desiste de esta y se postula a ámbitos en los que la figura del filósofo no es vista como la de un ser extraño y marginal. Del Diccionario de la RAE copia nada menos que la definición de la palabra Demagogia. Y, días antes de su muerte, publica lo que posiblemente haya sido un proyecto de canción: “Y es que yo no quiero ser / Soldado indisciplinado / Pero la orden que usted me ha dado / No la pienso obedecer”.
¿Quién ejerce el poder?, se pregunta Foucault en su conocido diálogo con Deleuze. Él mismo responde: “Sabemos aproximadamente quién explota, hacia dónde va el beneficio, por qué manos pasa y dónde se vuelve a invertir, mientras que el poder…”. Para Foucault, en todo lugar donde hay poder, este se ejerce. Por su parte, aunque coincide en cuanto a advertir quién explota, quién se beneficia y quién gobierna, Deleuze también piensa que señalar quién posee el poder es algo todavía más difuso. Seguidamente, se hace la siguiente pregunta: ¿cómo es posible que quienes no posean los mismos intereses, en ocasiones también demanden una parcela de poder? Lo que ocurre, dice Deleuze, es que tal vez el poder no debe pensarse en términos de intereses sino de deseos: “Es preciso aceptar y entender el grito del Reich: ¡No, las masas no fueron engañadas, en determinado momento desearon el fascismo!” Ciertamente, las masas desean que el poder sea ejercido; sin embargo, hay personas que no adhieren a este anhelo, estas saben que el poder también “se ejercerá sobre ellas y a sus expensas, hasta su muerte, su sacrificio, su masacre…”.
A diferencia de la mayoría de las propuestas del resto que conforman el tejido musical del rap en Venezuela, en las que la disidencia no supera la, digamos, postura crítica ante el llamado “sistema”, en la de Canserbero, incluso a través de aquellas citas y recortes, hay un posicionamiento propio en el que son manifiestos sus repudio y descontento ante formas y prácticas del quehacer político en su todas sus versiones (el ventajista y megalómano, el manipulador y cipayo).
Del enorme poema-testimonio de Soraya Maicoño aprendí que, de acuerdo a la cosmovisión mapuche, un pewma es tanto un sueño premonitorio como una forma de obtener conocimientos: “Está en nosotros discernir cuáles sueños son comunes y cuáles son pewma y atender a sus señales”. ¿Con qué soñaba Canserbero? Aunque su tatuaje más conocido es el All We Need Is Love que llevaba en un brazo, en su espalda también portaba la imagen de Mictlantecuhtli, el dios mexica de la muerte que, según una leyenda nahua, recibe al sol cuando se pone, haciendo que los muertos vuelvan de sus largos sueños.
En nuestras imágenes inconscientes hay un sinfín de caminos de aprendizaje. A través de los sueños, recuerda Krenak, obtenemos la posibilidad de aplicar nuevos conocimientos en nuestra interacción con el mundo. Habrá que prestar más atención a estas visiones e incentivar a hacer lo mismo, por ejemplo, a nuestros políticos. Quizás así comiencen a hacer cosas nuevas, cosas extrañas y arriesgadas, cosas locas, cosas realmente locas, como no hablar en nombre de los más pobres, no mentir, saber cuántas veces se le cambia el agua a las caraotas, aprender a hacer un chopo de un solo tiro y probarlo frente al espejo, escuchar música…
No sé nada del tal Canserbero. Soy, pues, más ignorante y menos elocuente que él. Pero el texto de Ávila me parece sobrio e incisivo, con ritmo prosódico y argumental. Vamos, un texto que funciona bien para decir lo que dice…
Gracias, profe <3
Gracias. Aunque nos odiamos.
No entendí, Rosinés
Aquí no decimos “digamos”. Decimos, digamos, “o sea, digamos”.
Es cierto, o sea, digamos…