Sobre la improbable correspondencia que existe entre las demandas establecidas por Sor Juana en la Respuesta a Sor Filotea (1691) y lo exigido por Mary Wollstonecraft un siglo después en la Vindicación de los derechos de la mujer (1792)
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La de Sor Juana en la Respuesta… es fundamentalmente, como la de Wollstonecraft en la Vindicación…, una defensa al conocimiento individual y al mismo tiempo una instancia colectiva: “Cuando denuncio lo hago en nombre de mi sexo y no en el mío propio”. Por lo tanto, ambos textos pueden leerse como una defensa en términos de género.
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Aunque no se trate exactamente de un texto epistolar, la Vindicación… es también una contestación, ya que Wollstonecraft “responde” a los teóricos políticos del XVIII que apoyaban el hecho de que las mujeres no tuvieran acceso a la educación. Su principal reparo (al igual que el de Sor Juana cien años antes) era la demanda a una educación racional para las mujeres, de modo que pudieran contribuir, como los hombres, a la formación de la sociedad.
De esta forma, Wollstonecraft le contesta a filósofos como Rousseau, quien afirmaba que la educación debía preparar a las mujeres para realizar correctamente su papel de esposas; o a escritores como Burke, quien fuera un defensor acérrimo de aquella diferenciación sexual genérica que delimitaba la identidad masculina al mundo de la razón y la femenina al del amor y la moral.
Una de las mayores críticas de la Vindicación… es precisamente la que se hace en contra de la falsa y excesiva sensibilidad de las mujeres. Wollstonecraft señala que la razón y los sentimientos no deben actuar independientemente, sino servirse la una a los otros: “Es preciso distinguir entre la verdadera virtud y la que lo es sólo en apariencia”. Según ella, lo que determinaba esta “inferioridad” era las circunstancias, no la naturaleza: la “inferioridad” se institucionalizaba a través del impedimento al acceso a la educación.
Paréntesis
Este último quizás sea el punto de encuentro entre los dos textos, ya que en la Respuesta… se halla igualmente una nueva concepción del poder que rechaza la partición de las esferas del conocimiento según el género sexual: Sor Juana expone un vasto catálogo de figuras femeninas y reivindica a la mujer en los campos de la teología, la historia y la política. Menciona a gobernantes, escritoras, teólogas. Nombra a Débora y a la reina de Saba, ambas figuras de las Sagradas Escrituras; nombra a Zenobia, reina guerrera que luchó junto a su marido en contra de los romanos y las naciones bárbaras; nombra a Cristina de Suecia, reina protectora de las artes; nombra a Aspasia, cuyas ideas fueron reconocidas por Platón y Aristófanes. Ya en los Ejercicios Devotos, escritos antes de la Respuesta…, Sor Juana elige la figura de María para impugnar las teorías que proponían la inferioridad de la mujer por su naturaleza.
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El destinatario en ambos casos es una figura masculina. En la Vindicación…, Wollstonecraft se dirige al diplomático Talleyrand-Périgord, mientras que en la Respuesta…, Sor Juana contradice al Obispo Manuel Fernández de Santa Cruz. Ciertamente, la monja destina su carta a Sor Filotea, sin embargo, la atenta ironía que opera en todo el texto y el continuo desafío a la figura masculina, dan cuenta de lo que Sor Juana estaba al tanto de que la destinataria no era sino una máscara con la que firmaba el Obispo. Por su parte, las demandas en la Vindicación… interpelan, como se ha dicho, al político y diplomático francés Talleyrand-Périgord, quien fuera Obispo de Autun entre 1788 y 1791 y quien redactara el decreto relativo a la educación de las mujeres que daría lugar al documento de Wollstonecraft.
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En la Vindicación… se exigía que las leyes se usaran para acabar con la subordinación femenina y a través de ellas garantizar un sistema de enseñanza que contemplara la participación de ambos sexos: se retaba al gobierno, en una palabra, a que instaurara una educación igualitaria que permitiera a las mujeres llevar vidas más útiles y gratificantes al tiempo que se tomaba posición ante los libros de educación que en la época constituían un instrumento de reforma social (era allí donde quedaban expuestas las ideas sobre el papel de la mujer en la nueva sociedad burguesa).
En los ámbitos más conservadores, se proponía un nuevo modelo de mujer con manifiestas funciones de esposa y madre cuya educación debía estar encaminada hacia este fin. El objetivo era hacer de ellas agentes moralizantes. Para Sor Juana, el principal propósito de la educación también era el del reconocimiento de la mujer como ser humano. En ambos casos, las reivindicaciones tuvieron que ver principalmente con el derecho de la mujer a ser aceptada como figura pública y ejemplar.
Las épocas en que vivieron una y otra pueden no tener equivalencia entre sí. También es verdad que no coinciden estrategias retóricas entre los textos. No obstante, es innegable que, con la diferencia de que la monja se adelanta a la compañera de Godwin nada menos que un siglo, la denuncia es la misma: el derecho de la mujer a la educación y en consecuencia a reconocerse como semejante dentro de la esfera pública.
Queda señalar que ambos textos no son sino evidencias de una de las más claras insuficiencias de las concepciones educativas de la época y acaso la que ha sido la principal contradicción de la educación humanista.