En el prólogo a Diez novelas, el libro de César Aira que reúne, como su nombre lo indica, diez novelas del autor argentino, el escritor mexicano Juan Pablo Villalobos cuenta que, mientras leía la primera, los niveles de inverosimilitud lo exasperaron tanto que terminó tirando el volumen contra la pared. ¿Qué había pasado? Aunque aún no lo sabía, sus certezas literarias, es decir, las ideas cerradas e ingenuas que tenía sobre lo que creía que era o debía ser la literatura, habían comenzado a entrar en crisis.
Confieso que, mientras leía Mis rejas son más lindas que las tuyas (Yuri, 2023), la novela del escritor, músico, cineasta y artista plástico Dick Verdult (Eindhoven, 1956), más de una vez tuve ganas de estrellar el ejemplar: como lector, el texto me generó un estado de inutilidad absoluta. Análoga a la de escritores como el ya mencionado César Aira, el enorme Gombrowicz o el menos conocido Oswaldo Trejo, la propuesta de Dick fractura cualquier tipo de convención relativa a la comunicación mediante el texto literario.
Ciertamente, Mis rejas… contiene lo que podríamos llamar hilo conductor o tram(p)a. Se trata de una suerte de brújula que supone a un periodista atravesando la llamada América Latina en busca del prófugo Padre Teresa. La pesquisa, sin embargo, está guiada por una voz que se resiste a la estabilidad. El efecto es el de una especie de ambivalencia muy parecida a aquella que producen los trabajos que pasan por real un relato inventado.
¿Qué nombre ponerle? ¿Malentendidos? ¿Caos? ¿Saturaciones?
Para Luis Paredes Pacho se trata de un “descontrol voluntario”. El curador mexicano Cuauhtémoc Medina le dice “potencial de incongruencia”.
“¿Estás loco o te haces?”, pregunta Andrés Oddone a Dick en una entrevista. Dick responde: “Imagínate un trampolín sobre el cual caben 300 personas que dudan, pero tienen ganas. Vos sabés que la van a pasar bien si se tiran, que van a volver a una niñez. No te queda otra que gritar ¡incendio! y crear un flash de luz enorme para que se encieguen y se tiren.”
Son desarreglos, distorsiones, acaso caprichos que en su desborde generan lo que Deleuze (compañero de Dick durante su paso por la universidad en el París de los 60) llama “Líneas de fuga”, esto es, una divergencia originada sobre los límites de un sistema —el literario, a nuestros efectos— que produce algo nuevo al tiempo que escapa a mecanismos de orden y jerarquización. También pueden pensarse como daños o, en último caso, saboteos sobre los mandatos literarios, que una mirada pacata —la mía o la de Villalobos en su momento—, poblada de nociones ligadas, por ejemplo, a las de linealidad o género, no alcanza a decodificar tan ágil y holgadamente como lo hace ante otro tipo de materiales.
El trabajo literario de Dick articula con el resto de sus producciones, menos como una red de nodos o hipervínculos, que como extensiones de una misma mente ingeniosa y perversa: aunque las referencias en la novela rebosan la página y alcanzan los campos musical, cinematográfico y plástico, estas no dejan de corresponder a una misma serie de procedimientos.
Está bien generar caos, dice Dick en su Radio Devaluación, “pero hay que organizarlo”. Cómo olvidar aquella ocasión en la que, a mitad de uno de sus discos, una niña me preguntó si la canción “estaba rota”.
Como Raymond Roussel, quien durante sus viajes se encerraba a escribir con las persianas bajadas, Dick halla en la imaginación la materia esencial del arte. En aquel documental que registra su vida y obra, revela uno de sus métodos: “Pateo el placard y trabajo con lo que caiga”. En tanto procedimiento, aquí el azar es medular. Para Dick la literatura es un territorio en el cual el Estado no posee competencias: la crítica, asomada sobre sus bordes, intenta disponer normas y clasificaciones que siempre acaban por tambalear.
“Lo nuevo es hermano de la muerte”, dice Villalobos que dijo Adorno. Pues algo muere en nuestra percepción de la literatura en manos del cumbiero y asesino Padre Teresa. Hay que estar verdaderamente afectado para tirar un libro contra la pared. Aunque no llegué a hacerlo, me gustaría retar a Dick a un par de asaltos sobre un ring, por darme tanto trabajo poniendo en mis manos algo que no sé qué es.