Se hallan dos tipos de cuentos entre los veintitantos que conforman este libro: los que guardan verosimilitud y narran contingencias más o menos posibles y los que se reconocen por llevar el sello de lo indeterminado. Del primer grupo (“Chucho…”, “Este es el tipo”), resaltan las construcciones de la marginalidad, así como una voz diferenciada por cierta irregularidad en la prosa y en el manejo de la jerga. En el segundo grupo, se hallan manifestaciones más complejas para observar. En principio, lo fantástico aparece naturalizado, de modo que ideas de la imaginación se tornan posibles (un muerto cuenta cómo se murió; una chica es perseguida por su propia sangre; una mujer se encandila con monos de lomo plateado).
Los espacios, en tanto zonas de existencia, no están establecidos; para definirlos, podríamos hablar de atmósferas sobrenaturales, excéntricas o alucinatorias. Son recurrentes las evocaciones a olores, sabores y sensaciones que inducen a pensar que dicha variable compone alguna posible configuración de la memoria, esto es, un lugar donde descomponemos ―imaginamos― todo a nuestro antojo.
Se observa un empeño en caracterizar seres incorpóreos: almas y espíritus habitan “este lado” y reproducen prácticas que se atribuyen a cuerpos de carne y hueso. En los relatos “Señor Drácula…”, “Nuestro muerto”, “Se abrió paso…”, se habla de muertos para referirse a personajes que circulan con naturalidad entre las historias. ¿Qué son? ¿Representaciones? ¿Transfiguraciones? ¿Desdoblamientos?
Las operaciones consisten en disponer un contexto en medio del cual la irrupción del hecho inexplicable no produzca sobresalto o terror: hay menos voluntad de contar historias de espanto o generar suspenso que de inquietar (es el lector, en cualquier caso, quien debe cuestionar su propia noción de realidad). La insistencia es por subvertir y perturbar reglas y convenciones de formas literarias establecidas. El rechazo y la oposición a las definiciones de lo posible es cuando menos terco. No hay chance para el signo realista: la fantasía es aplicada sin reparos.
Por último, se halla un tipo de registro común a la fábula, al tiempo que sorprende cierto lirismo, mayormente entre enumeraciones cargadas de tonalidades poéticas que al leer en voz alta sugieren tonos de plegarias o invocaciones.