Dice Steve Barrow que el dub refleja literal y figurativamente “el otro lado”: cuando en los 70 jamaiquinos la violencia reventaba en las calles, el magnetismo del dub, a través de sus ecos analógicos, sus voces con delay y sus niveles insólitos de ecualización, reventaba en las pistas de baile. El dub figura no sólo las predicciones apocalípticas de los profetas rastafaris, sino también sus visiones de libertad.
Pienso en el trastorno venezolano y en el fracaso que nos apremia como sociedad y sólo hallo contenidos que lo enuncian palabra por palabra. Busco materiales antagónicos que inspiren y contagien serenidad o calma y se me ocurre que “Luz”, aquella canción de Lil Supa, podría reducir parte del reverso de esta reciente ola de protestas en Venezuela.
En primer lugar, el tema puede entenderse como contrapunto del llamado “rap real”: en el texto brilla por su ausencia la subversión, así como cierta beligerancia a nivel interpretativo establecida y entendida en el género como marca indisoluble. Dicho fenómeno es frecuente cuando la violencia se desborda. En Venezuela, al trasluz de reales geográficos, históricos, sociales y políticos verificables, hay un rebasamiento de límites. En “Luz” las alusiones evidentes están suspendidas: el acento está puesto en el antagonismo.
Se trata de una canción que se opone al signo violento en tanto fuerza simbólica, al tiempo que emplaza como contrafuerza revelada y reveladora. De alguna forma, el tema traslada una retórica propia en el rap, que implica justicia, razón, utopía, virtud y moralidad, ante opuestos no nombrados. Esto es notorio en su forma de tonada o mantra y en las alusiones a prácticas sacras o relacionadas directamente al budismo. Uno de sus significados posibles remite al anhelo de una luz espiritual. Su intención es aliviar situándonos en la no violencia: el terror, el crimen y la insensatez son nociones que quedan al margen, pensadas como experiencias fuera de la razón. Se trata del “otro lado” al que aludía Steve Barrow.
Acaso este tipo de manifestaciones apacibles sea cada vez más común entre expresiones artísticas en el país. Un ejemplo de fenómenos equivalentes se halla en Colombia, donde ha sido visible el caso de una banda como Aterciopelados respecto de un conflicto de violencia política alargado por tantos años: aunque en sus primeros discos exponen una sacudida agresiva y contestataria, más tarde encauzan por los caminos de la medicina y las prácticas sagradas.
Hallo en “Luz” una paradoja: debido a su carácter excluyente, la canción contiene un signo de torsión que transforma y activa efectos de tolerancia o cuestionamiento. Lo dijo Benjamin: nada se comunica por medio del lenguaje, sino en el lenguaje.
Es sabido que una posibilidad de generar literatura en medio del horror es justamente despojar nuestra lengua de heridas, blasfemias, injurias o insultos. Eso fue lo que organizaciones, artistas, activistas y pioneros de la cultura Hip Hop demandaron, presentaron y afirmaron en sus Declaraciones de Paz hace más de 15 años ante las Naciones Unidas.