Ni gracias ni no

El ritual de la serpiente

Nací en el Materno Infantil de Caricuao y crecí en las así llamadas Colinas de Ruiz Pineda, ubicadas hacia lo alto de aquellos pagos y conformadas, entre otros, por los sectores de la UD1, la UV9 y Juan XXIII. Debido al emplazamiento original de la escultura que hoy marca la entrada al barrio, toda aquella zona es conocida como “El indio” (a cuántos taxistas no habré orientado al precisar mi destino: “donde estaba el indio antes”). Acaso su ubicación en las alturas y su débil alumbrado, legaron a la pequeña plaza donde se alzaba la estatua una marca de escondite: avanzada la noche, las parejas acudían en sus carros a pasar el rato bajo la mirada del cacique (siempre relacionaré la expresión “hacer sebo”, referida por entonces para especificar lo que se hacía en aquel sitio, con la placita en cuestión).

Aunque se le vincule mayormente con la de María Lionza, “El conjuro de Caricuao” también es de Alejandro Colina. Como otras de sus piezas, es robusta y voluminosa, excede las dimensiones humanas y posee cierta expresividad sobrenatural. Apoyado sobre la rodilla de una pierna anormalmente larga, el cacique sostiene un hacha de piedra con una mano al tiempo que alza una serpiente de dos cabezas con la otra. Su aire es de ruego o invocación. Lleva un cintillo, un tocado de plumas y un taparrabos hecho de fibras animales.

La serpiente es metáfora relevante en el arte y la literatura. La Cobra Grande, llamada así en el Manifiesto Antropófago, era el espíritu de las aguas del Amazonas. Tanto en el Viejo como en el Nuevo Testamento, aparece nada menos que como efigie de la desgracia de la humanidad pecadora. En El ritual de la serpiente, Warburg la trae como símbolo unificador del instinto y la razón, la aniquilación y el remedio: mientras Asclepio emplea su veneno como medicina, en el Laocoonte representado simboliza el sufrimiento humano.

Son muchas las culturas que traducen su ida y vuelta de la superficie al subsuelo, esto es, del mundo de los vivos al de los muertos, como condición de resurrección e inmortalidad. Su astucia al desplazarse, su cambio de piel, su veneno letal y su talento para mimetizarse, la convierten en un animal poderoso y único. Como símbolo, sobrevive hasta la actualidad: su presencia espiritualiza el mundo circundante.

Una sola vez menciona José Oviedo y Baños a Caricuao en su extensa Historia de la conquista y población de la provincia de Venezuela: “Cogiendo a mano derecha por los pueblos del cacique Caricuao, [Losada] salió a un valle tan alegre como fértil que, bañado por las corrientes del río Turmero y abundante de bastimentos, le ofrecía acomodada conveniencia para pasar en él lo que restaba de Semana Santa y días de pascua…”. Guaicaipuro había sido vencido y el ejército español avanzaba a sangre y fuego. Por temor a que talaran sus “sementeras en flor”, a los indios Macarao no les quedó otra que recibir a Losada con actitud de “sumisión” y “disimulo”. El conquistador pernoctó una sola noche: al amanecer del día siguiente, “por no ponerse al riesgo de las emboscadas”, tomó el camino más largo en dirección al valle de San Francisco. ¿Representaba Caricuao una amenaza para los españoles? Dice Oviedo y Baños que Losada perdió la oportunidad de domesticar “la bárbara altivez de aquella gente”.

Una falla geológica en el terreno forzó a mover la estatua desde aquella pequeña plaza donde estuvo emplazada originalmente, hasta aquella otra donde se halla hoy en día. Conservo intacto el recuerdo de la figura del cacique en diagonal, sostenido por el gancho de una grúa en torno a su mano alzada. Un rastro de piedras quedó marcado durante meses sobre la carretera como una larga huella de una línea.

Comentarios

  • Kiko

    Lo movieron a mi brazo dónde lo tengo tatuado

  • Ivan Garcia

    Gracias por la luz. Solo conocí la estatua en su original ubicación por los años 70′ del siglo pasado, hoy no sé la nueva. No conocía la historia de esta figura en la historia nuestra. La presencia de la serpiente , importante símbolo. Gracias

  • Irma Villalobos

    Información que se debe compartir….

  • Alfredo correia

    Viví también cerca de esta estatua, mi infancia estuvo rodeada de el cuando en bicicleta nos acercamos a ella, por tanto lo vimos llegar a esa plaza del indio y partir a la entrada de Caricuao, tuve la suerte de conocer a su creador Alejandro Colina quien nos echo el cuento una tarde, y con la boca abierta como niños que éramos conocimos si historia, el conjuro Caricuao no es más que la escultura que se le hizo al llamado chamán de la tribu, sus culebras el signo de la medicina, su bolsa que atada a su cintura llevaba era el depósito de las hierbas con las que curaba y las dos iguanas los animales que sacrificaba para hacer sus ungüentos medicinales, es historia contada por un chico de 12 años que hoy ya pasa de 60, un gran saludo y abrazo mi querido carlitos

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