Hoy se cumplen 20 años de la muerte de Cayayo. A modo de conmemoración, Saúl y yo armamos una publicación digital que contiene tres serigrafías y tres textos de ficción relativos a su figura. Pueden descargarla y/o compartirla desde este enlace.
Para empezar a organizarnos tuve que releer los textos (escritos hace más de 10 años entre mi partida y los primeros meses de mi estadía en Buenos Aires). Me sorprendieron preguntas acerca de los motivos que me llevaron a escribirlos: ¿por qué puse esto?, ¿por qué puse aquello?, ¿qué estaba pensando? Tengo tan pocas respuestas como recuerdos claros. Reconozco tan pocas situaciones como personajes.
El primer relato me trasladó a un tiempo de agobio durante el cual mis pensamientos estaban absolutamente volcados hacia la idea de irme. Del segundo me impactó el enorme efecto que tuvo en mí, inconsciente hasta ahora, el maravilloso cuadro de Francisco Oller. En el tercero no pude sino hallar conversaciones de clarividencias compartidas con Ricardo. No encontré, sin embargo, justificación alguna al nombre de Cayayo. Acaso su música me servía como fórmula, en su acepción clínica, a la cual acudía como remedio posible para curarme.
Una sola certeza se me articuló a medida que avancé en la lectura: de todas las penas derivadas del duelo, es decir, la muerte, la pérdida de lo que hemos acordado en llamar patria, el desamor, al igual que entonces, sigo creyendo (ridiculez aparte) que esta última es la más dolorosa.